En un mundo fuertemente capitalista y globalizado, el dinero es un gran argumento de posición social, por eso tener propiedades o patrimonios se convierte en un objetivo de importancia para las familias hoy día; tener donde vivir, donde resguardar a los hijos y cuando se haya muerto pues se deje como herencia parte de ese patrimonio que se adquirió. Resulta que en la actualidad para aproximadamente el 90% de personas que adquieren algún bien, lo hacen adhiriéndose a una deuda o hipoteca, para luego trabajar intensamente y pueda este bien ser completamente propio. Las personas se esfuerzan mucho por mantener una seguridad económica y generar buena capacidad de pago, ya que al ser analizados en las centrales económicas puedan estar habilitados para adquirir una deuda porque tienen una excelente capacidad de endeudamiento. Si, curiosamente tener un buen nombre económico ha representado tener algunas deudas que adquirir y pagar. En otras palabras y lastimosamente, para el capitalismo no eres nadie sino debes.

Es entonces cuando las palabras de pablo en Romanos 13:7-10 resuenan en un mundo donde tener deudas se convierte en un asunto de poder y prestigio, mientras para otros ruina y desastre:

(RVR1960)

7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que, impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.

8 No debáis a nadie nada: sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.

9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Literalmente pablo les pide a los cristianos no deberle nada a nadie, pero no es que este prohibiéndoles prestar dinero o adquirir bienes de forma crediticia. No, solo quiere que los cristianos sean responsables con sus deudas y le paguen a quienes le deban. En realidad, lo que pablo buscaba era que los cristianos, puntualmente los de roma, vivieran la realidad, dejaran de comportarse como un grupo exento de lo que pasaba tras las paredes de la comunidad; es por eso que les pide se acaten a las autoridades, se sometan a los gobernantes, es decir, pablo no quería que los cristianos con la intención de hacerse los héroes o los diferentes, tuvieran una fatídica persecución y violenta muerte, por supuesto, tontamente por un comportamiento inadecuado frente a las autoridades civiles; sencillamente, pablo no quería que los cristianos escaparan de su realidad. Ahora, eso no significa que pablo no tenía claro lo que significaba ese sistema (Rom 13:12-13), por eso les aconsejaba claramente que se supieran comportar de forma particular y no se dejaran llevar por los excesos del sistema. En otras palabras, que estuvieran entre ellos pero que no fueran como ellos, que toda aquella esperanza o teoría escatológica no los hiciera olvidar el vivir su propia vida, entre eso pagar impuestos, respetar a las personas y dejar de ser morosos.

Todos estos pedidos están dentro del marco de lo que podemos llamar “los deberes cristianos”, o sea, era lo que para pablo podría ser el paradigma de conducta moral cristiana o el sentido de ser cristiano éticamente. Ahora, nos llama la atención que pablo en casi todo este apartado les habla de situaciones reales de la vida y del comportamiento adecuado dentro de la comunidad, pablo siempre trata de que los cristianos regulen sus acciones dentro del recuadro del bien común, por tanto, no quiere que olviden que sobre todo son una comunidad y que el principio de la fraternidad debe ser siempre priorizado. En ese juego de palabras sobre la conducta del cristiano frente a las autoridades civiles, impuestos y deudas, pablo reconoce que todos los cristianos tenemos una deuda impagable, una deuda que los cristianos le deben a sus prójimos y que posiblemente no pueda saldarse. La deuda impagable del cristiano es el amor que se debe al otro(a).

A propósito de deudas, hay quienes piensan que la única deuda que tenían era por el “pecado original”, y que la única forma de pagar esa deuda era que otro lo sustituyera, es decir, que alguien pagara por él o ella una deuda que supuestamente nació con nosotros –que manera irresponsable de remediar sus pecados, que digo, sus deudas-. A nuestro entender, pablo tenia bien claro que en asuntos de deudas cada cristiano debía ser responsable con ella y que, en caso extremo, pues la solidaridad y la fraternidad del hermano debían hacerse ver, que podría bien entenderse la muerte de Jesús como ese acto solidario para con el deudor, diríamos. Sin embargo, la muerte de Jesús no debiera entenderse como una transacción bancaria y externa a alguna deuda, como un intercambio humano para un Dios airado, que pide un trueque desesperadamente porque está imposibilitado a perdonar, sino más bien como un acto consecuente a las propias acciones de Jesús y representativo en nombre de quienes sufrían y sufren, aún hoy, sus propias cruces. Por otra parte, pablo si nos indica específica y claramente que tenemos una deuda y que debe ser pagada, la deuda del amor hacia el otro.

Con base en lo dicho, nos preguntamos ¿de qué se trata realmente esa deuda? ¿Qué es lo que nos pide pablo que paguemos? Bueno, pablo quiere que todos entendamos que el crédito o deuda que se ha adquirido es un compromiso, y pues al ser el amor una deuda con el prójimo, es entonces el compromiso que conductualmente tiene cada cristiano: amar, pues amar, es la mayor responsabilidad del creyente y su máxima obligación. Pero, ¡Un momento!, los cristianos de roma que estaban mezclados entre judíos convertidos al cristianismo se preguntaban ¿Cómo es posible que amar sea nuestra mayor obligación? ¿Dónde queda la ley?, así mismo los paganos que también se convertían se peguntaban ¿Dónde quedan nuestras costumbres y tradiciones culturales o familiares?

El caso es que los judíos tenían la ley como fundamento moral y los paganos o gentiles las tradiciones de sus pueblos, pero ambos se habían convertido al cristianismo y convivan en una misma comunidad en roma, sin embargo, no se llevaban bien unos a otros, no se admitían sus comportamientos y todo el tiempo estaban criticándose, señalándose y juzgándose unos a otros. Pablo señala los pecados de ambos grupos y concluye diciéndoles que no hay ni uno justo y que todos somos pecadores, así como todos merecemos la gracia y el perdón, por eso todos le debemos al otro (a) el amarse mutuamente.

Pues bien, algunos de estos cristianos convertidos, tanto del judaísmo como del paganismo, querían ser cristianos, pero seguir con algunas de sus costumbres antiguas, que para pablo no estaba mal, el problema radicaba cuando intentaban imponerle a la fuerza y a través de señalamientos sus propias costumbres, cuando intentaban judaizar a los paganos o paganizar a los judíos, o cuando se intentaba criticar a los otros por lo que hacían o dejaban de hacer; vivían con prohibiciones, reglas y esquemas morales que algunos otros ya no querían sobrellevar; a esos que vivían con reglas pablo les llamó los “débiles en la fe”, mientras a los que hacían uso de su libertad cristiana se les llamó los “fuertes”. Estos fuertes no es que eran mejores, es que así se habían dividido dentro de la comunidad, y estos últimos tenían el riesgo de creerse superiores, con esa idea que no les importaba que comer o que no comer, que beber o que no beber se encerraban en sí mismos, contemplando su perfecta libertad, cayendo casi en el egocentrismo y egoísmo, asunto que también preocupaba a pablo, a pesar de considerarse un fuerte (Rom 15:1).

Pablo tuvo un gran desafío, hablar a una comunidad dividida, decirle que aprendieran a amarse, que ese era su mayor responsabilidad, como había que ser responsable con las deudas que se tenía. Pablo no quería ver a la comunidad entre fuertes y débiles, por eso optó por ser un fuerte, pero identificado con los débiles, en su consciencia no había nada malo ser un ¡Liberal! – entiéndase el sarcasmo- pero tratando de comprender a los débiles de la fe, tal como les llamaba a los que deseaban arraigarse a sus costumbres, ritos y leyes. Pablo era un fuerte con opción por los débiles.






Indudablemente, pablo se identifica como un fuerte porque confirma que el cristiano ya no rige su comportamiento por lo que se puede o no se puede y sus consecuencias, sino por la nueva ley que estuvo en palabras de Jesús: la ley del amor al hermano. Es decir, ya el cristiano no mide su actuar de forma consecuencialista, con miedo al castigo por la ley mosaica, sino la ley del amor, y esta última ley nos dice que, aunque este libre para hacer o comer lo que quiera, si amo al hermano, al otro (a), soy capaz de abstenerme frente a él para su bien. Es decir, la libertad del cristiano es importante, pero no está por encima del amor. Ahora, tampoco se está despreciando la ley, al contrario, pablo dice que la ley es una manifestación implícita del amor, porque si yo amo al hermano nunca le voy a hacer un mal, es decir, nunca voy a actuar como la ley dice que no debo actuar, por eso la ley se simplifica en el amor, y con ello se dice que tampoco, a pesar de su importancia, está por encima del amor. El amor sustituye las prohibiciones, así entonces, el cristiano mide su forma de actuar a través de un acto contextualista.

En fin, la ley y la libertad solo se hacen efectivas si entendemos que su único sentido es el amor al otro, al que llamamos prójimo. Amar, es hacerle bien, ayudarle a ser mejor persona, mejor cristiano, mejor ser humano, mejor ciudadano, mejor creyente. Por eso la única norma en la comunidad cristiana es amar auténticamente, la deuda que un verdadero cristiano debería tener es amar al otro (a).

Fuertes, aceptemos a los débiles – diría pablo-, aquellos que no pueden vivir sus vidas sin andar cumpliendo costumbres, tradiciones o leyes. No los juzguemos, ni los obliguemos a abandonar algo que no quieren. Débiles, dejen de imponerse a los demás sus moralidades y pesadas cargas, pues algunos cristianos como pablo, se sienten liberados del peso de las normas y viven libre de prejuicios. No obliguemos a nadie a hacer algo contrario a su voluntad o su consciencia, pues lo que para esa persona es malo, pues lo es para él o ella y seguro seria ir, para él o ella, contra la voluntad de Dios, tal como lo decía pablo – que posmoderno el pablo (vuelva a entenderse el sarcasmo)-.

En conclusión, el problema radica en que actualmente nos hemos acostumbrado a amar a unos si, a otros no, no “unos a otros”, o sea, queremos amar solo a los mismos cristianos, a los de mi misma confesión de fe, a los que me siguen mis ideas o a los que están de acuerdo conmigo. Nosotros somos los que hemos dividido la iglesia entre fuertes y débiles, esa división es inútil en la comunidad cristiana, pues la iglesia no debería estar centrada en lo que se debe hacer, individualmente, para ser un mejor cristiano – como los cristianos de roma: yo tengo libertad y juzgo a quienes no, o contrariamente, ellos son menos cristianos porque no siguen mis costumbres o leyes-; sino que, debería estar centrada en lo que debe hacerse como comunidad para ser mejores cristianos: Amar profunda y sinceramente al otro (a), haga lo que haga y piense como piense. Un cristiano ama, porque amar es el verdadero compromiso o deuda impagable del cristiano.

 

Adolfo Céspedes Maestre
Universidad Reformada
Barranquilla, Colombia

Facebook/ Adolfo Céspedes Maestre Jr.

 

 

Por admin

2 comentarios en «La deuda impagable del cristiano»
  1. ¡Bravo por tu escrito! Aunque a fuer de sincera te diré que echaba de menos que no apareciera en él más veces el nombre de Jesús, sólo, creo lo has mencionado una vez, y siempre Pablo… Pablo dice… Pablo por aquí, Pablo por allá… Bien, se aprecia en tu escrito que estás imbuido de la teología paulina hasta la médula. Pero en general me parece una gran reflexión la que haces en tu escrito y una gran ayuda para caminar juntos los cristianos por la misma senda, apreciando al que piensa de modo diferente y llegando a romper la barrera de la separación viendo en el diferente un hermano que nos enriquece como tú acabas de hacerlo en tu escrito.
    Gracias por tus palabras muy sagaces y comprometidas para avanzar, dejando a un lado los prejuicios, y llegar a construir en el amor una iglesia universal inclusiva y no exclusiva. Un fuerte y fraternal abrazo.
    Carmen.

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