CARCEL

“En el año tercero de Ciro, rey de Persia; fue dada revelación a Daniel, llamado: Beltsasar. Y la palabra era verdadera, y el conflicto, grande; pero él entendió la palabra y tuvo inteligencia en la visión.” (Daniel 10:1)

En este: mi primer aporte a la revista Locademia de Teología; he querido escribir algo para el corazón y no sólo para la mente. Como Daniel y sus compañeros en Babilonia, todos alguna vez nos hemos sentido cautivos y presos; en espera de la liberación que proviene de Dios.
Me llama mucho la atención la frase del versículo: “La palabra era verdadera y el conflicto, grande”. Es significativo; porque para que Dios mismo le llame “grande” a un conflicto; se necesita. El le dijo a Abraham en Génesis 18:4: “¿Acaso hay algo difícil para Mí?” Ningún problema es grande en dificultad para Dios.

Pero puede ser grande en importancia para nosotros. Y si el problema es grande en importancia para nosotros; se convierte en grande en importancia para Dios; porque nuestro dolor le importa a Dios. En Isaías 63:9 dice: “En toda angustia de ellos, El fue angustiado.” Debemos cambiar la perspectiva del Dios distante y enojado, al Dios solidario con los que sufren. Tan solidario que decidió hacerse un hombre para participar del sufrimiento humano.

Tanto le importa nuestro dolor a Dios que el Salmo 56:8 dice que El lleva un registro de cada lágrima que derramamos. Es extraño imaginarlo, desconcertante quizás; pero podemos considerar que en los momentos en que creímos que Dios estaba ausente, en realidad estaba a nuestro lado compartiendo nuestra tristeza. Es un planteamiento teológico radical, porque estamos acostumbrados a reconocer su presencia sólo cuando nos parece que toca con una vara mágica nuestras circunstancias y las transforma. El Dios que inspira a Pablo a escribir en Romanos 12:15: “Llorad con los que lloran, alegraos con los que se alegran”; ¿será incapaz de hacer lo mismo por sus hijos incluso simultáneamente?




De mí puedo decirles que he aprendido grandes y valiosas lecciones del sufrimiento, más que de los libros. Por eso he venido cambiando mi vocabulario. Cuando tengo que acudir al funeral de un cristiano; no digo que voy para su funeral. Digo que voy para su graduación. Esta vida es una escuela donde hay pruebas y exámenes que tenemos que pasar. Cuando alguien lo ha aprobado todo con éxito, impedirle que se vaya, sería como impedirle a un estudiante graduarse de la Escuela Superior.

Lo más importante es que por grande sea el conflicto; viene acompañado de una palabra dada por Dios. El dice que permanece con nosotros. Siempre le tendremos sin importar quiénes nos abandonen o cuánto le fallemos. Entender esto es el principio de comenzar a adoptar el punto de vista de Dios sobre cualquier situación que estemos atravesando. Se hacen llamados en las Iglesias a aceptar a Jesucristo como Salvador, y muchas personas pasan hacia el altar asintiendo a la idea de que sólo Jesucristo los puede librar de perderse en el infierno. Lo aceptamos para el futuro pero no para el presente. Lo recibimos como Salvador pero no como amigo. Nos resulta mucho más fácil, como es de esperarse en nuestra humana condición; apoyarnos en alguien o en algo que podemos ver. Y sólo acudimos a El como último recurso cuando se nos cierran todas las puertas. Pero El siempre ha estado ahí. Y no se irá. Esa Palabra es verdadera aunque el conflicto sea grande.

julioPor Julio Álvarez Rivera
Teólogo – Profesor
Facebook / Ministerio Juan 17:17

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