La metáfora del buen pastor y las ovejas, suele ser una excelente imagen de Jesús para todos sus seguidores. Escuchar la voz del pastor, reconocerle y seguirle es un lindo texto que recrea una relación mutua entre el pastor y las ovejas. Jesús, habló del buen pastor y le caracterizó con varias cualidades importantes, entre esas, el entregarse apasionadamente por las ovejas al punto de exponer su vida por el bienestar de éstas, de estar al pendiente de ellas​ por si llegan los lobos y de mantener una muy buena comunicación con estas, como garantía de esta relación, pues así no serían ni raptadas ni engañadas, y que si por algún motivo una de ellas llegase a extraviarse del redil, entonces el pastor, sabiendo que está extraviada, sería capaz de abandonar las restantes por esta que no encontró el camino o fue por comida a otro lado.

Ahora bien, este tema del «buen» pastor es una idea que debe manejarse con cuidado en las iglesia, ya que es curioso que todos los líderes de congregaciones se crean los «buenos» pastores, se auto proclamen el título y manejen a los miembros de sus comunidades como las simples «ovejas» cuando son tan ovejas como cualquier otras. Algunos, hacen de esta linda metáfora, una estratificada relación con los pastores o lideres religiosos por arriba de sus ovejas, creyendo que están por encima, en autoridad, entonces las otras necesitan de cuidado, ese cuidado que en algunas ocasiones se hace excesivo, necesitan ese darles órdenes y atarlas al redil , en algunas ocasiones, imponerles cuantas veces sea necesario con su voz lo que ellos piensan y creen para que no abandonen este pedazo de grey, y lo hacen con ciertas amenazas, haciéndoles creer que estar afuera de los límites de ese redil solo traerá desastres y muerte. Las primeras comunidades cristianas reconocían a Jesús como el buen pastor, y se sentían todos los demás como a iguales dentro de la comunidad; si, habían unos que predicaban y otros que servían a la mesa pero la idea era que no hubiera unos por encima de otros y, aunque no todo el tiempo fue así, todos comprendían quien era el verdadero pastor y cuál era la verdadera autoridad; entonces afirmamos que, todos somos ovejas de su prado y él, el buen pastor, pero él, porque el resto somos las ovejas de su redil.

Así que, el problema del poder y la búsqueda de posiciones de privilegio frente a otros en la iglesia es un tema serio, antiguo pero muy serio, y que ha atentado contra la fe de cientos de personas. Pues una cosa es que alguien tomé un servicio (ministerio) y dirija un grupo de personas, pero, muy distinto es que la persona crea que los miembros son sus pertenencias y que por el hecho de dirigirle tenga cierto privilegio delante de Dios en la vida de estas personas. Detengámonos un momento, meditemos en esto, realmente hay que reconocer que le ha hecho mucho daño a la iglesia las estructura de poder dentro de ella misma, la imposición de autoridad por parte de otras personas, que se llaman pastores y que reclaman a otras ser sus ovejas, escuchar su voz y seguirles, que imponen la aceptación de sobreprotección y que ante la tentativa de rebelarse, otros dentro de la misma, estigmaticen de rebeldes y poco santos a aquellos que se salieron del redil o de la comunidad de ovejas. Dividir las comunidades de las Iglesias entre pastores y rebaño ha sido realmente catastrófico, sobre todo cuando se ven los ministerios como juegos de poder y no como servicios ante la comunidad, quizás sea porque estos han asumido que su tiempo de oveja acabó y deben comportarse como el «buen pastor», tal como el de la metáfora; por eso es que algunos terminan enojados cuando el miembro o feligrés toma una decisión diferente a su consejo, piensa diferente sobre alguna cuestión teológica o solo siente que es momento de salirse de ese redil.

La pastoral es un oficio que si, conlleva la dirección de una comunidad, pero para guiarla a Jesús, no hacía sí mismo, no a su voz, es a la voz de Jesús. Pastores, hay que dejar el papelillo del que todos pecan menos usted, del que todos están equivocados menos usted; no se crea el buen pastor, al punto de querer dar la vida por ellas, porque le confesamos algo, ellas no se lo agradecerán y su familia será quién lo lamentará, como tampoco espere usted de su líder la imagen del buen pastor, pues algunos ni querrán dar un peso por usted, mucho menos la vida.

Lamentablemente, existen «comunidades» donde uno solo tiene la palabra, donde uno solo dice que se va hacer y como se va hacer, donde uno solo piensa por el resto y donde uno solo interviene hasta sobre lo que deben hacer las personas en sus vidas íntimas. En algunas comunidades existe un consistorio que bajo la demanda de la autoridad de un liderazgo parece ser un lugar democrático, pero el caudillismo cae ya no sobre uno solo, sino sobre varios en el poder. Con la excusa de que es el «buen pastor» o son los «buenos» pastores, a éste o éstos hay que reconocerle la voz y obedecer, y es porque solo existe una sola voz que seguir, y porque bajo esta figura de ovejas han querido relacionarse con la feligresía, han adaptado ese mismo mecanismo a sabiendas que las ovejas no nacieron para pensar, hablar, disentir, es que existe una sola voz porque precisamente es conveniente que seamos eso, ovejas, ellas solo están para seguir lo que el pastor diga y ya, sin ni siquiera cuestionarse sobre el camino por donde les lleva el pastor; creo que debemos repensar esta metáfora. Líderes de iglesias, las personas no son ovejas, no son animales, son personas que tienen todo su derecho de preguntarse si eso que dice su voz es causal de bienestar para ellas.

A nuestro juicio, en muchas iglesias no existen otras voces que se levanten y hablen en nombre de los que no están en el poder y es porque no hay democracia en estas iglesias que jocosamente señalan dictaduras por doquier, ya que viven con la paranoia de ser perseguidas y oprimidas por gobiernos absolutistas, por cierto, muy divertido cuando ellas mismas recrean un gobierno religioso absolutista, lo que llamaríamos una «dictadura religiosa», esas dictaduras eclesiásticas son aquellas que reprimen a las personas en su forma de vivir y ser ante el mundo y, estamos seguros que cada uno de ustedes conoce a más de una que actúa de manera dictatorial cuando hay que tomar una decisión que debería ser de la participación de todos los miembros de la comunidad.

Vale decir que, hay pastores que los persiguen por como piensan y cómo actúan, son persecuciones injustas, es decir, no merecidas, recibidas por hacer el bien; también hay otros pastores, que no son perseguidos, son ellos quienes persiguen, cuando sienten que hay personas diferentes a ellos, persiguen a quienes no creen, piensan y sienten como ellos; como también hay pastores que se auto persiguen, haciéndose las víctimas ante los demás, cuando en verdad tienen el poder y toman decisiones radicales en la iglesia haciendo uso de ese poder y haciendo daño, aunque no lo crean, muchas veces el uso desmedido de la «autoridad» de varios pastores hace daño. No hay algo más doloroso que la imposición de ideas porque tienes el poder, el manipular una situación porque tienes la confianza de tus feligreses o el señalamiento estigamatizante de quienes por un momento no siguen tú voz; hace daño el uso indebido del poder político y espiritual de quienes están al frente de una comunidad, eso hace daño.

Si alguien pregunta qué es hacer pastoral, creo que debe resumirse en el debido acompañamiento, en la mano extendida en el momento indicado y la humanización de las vidas de quienes tenemos junto a nosotros. No, no están a nuestro cargo, no nos creamos sus dueños o sus padres «espirituales», no podemos considerarlos como títeres de nuestro escenario o fichas del juego espiritual que podemos mover bajo nuestros intereses personales, porque eso duele, son personas, son gente en busca de ayuda que han llegado a estas comunidades para encontrar a Jesús y hallar consuelo a sus heridas, no recreemos más heridas, ni infectemos las que ya estaban, pues si, duele ser utilizados en vez de ayudados. Entonces, cuando esto sucede es lo que llamamos «abuso espiritual»; la búsqueda o imposición por autoridad en la iglesia ha generado un tipo de violencia, un tipo de abuso religioso; hay templos que hacen daño, hay iglesias que destruyen la poca confianza que puede estar en las personas porque la comunidad en vez de ser un centro de sanidad, amor y reconstrucción, viene a ser todo lo contrario, y eso es lamentable.

Es posible que piense que se está llamando a una desobediencia eclesiástica, pero no, no en la medida en que este no esté siendo destructivo a la humanidad de las personas, porque de lo contrario si, hay que rebelarse a estas comunidades que injustamente se entromete o genera daños en la vida personal y espiritual de quienes le asisten. El propósito de este texto es crear una reflexión en cuanto a la autoridad del líder de la comunidad y sus mayores peligros, es un llamado a repensar y deconstruir la autoridad y el manejo del poder en la iglesia. Acudamos al texto bíblico y miremos que cuando Pablo decía que somos un cuerpo, nunca se entendió de otra manera como que la cabeza fuera alguien más aparte de Jesús, y que el resto seríamos miembros que se ayudan, necesitan o trabajan mutuamente, tal como nos llama el apóstol: colaboradores en la grey de Dios. Créame, esto de que el pastor está más cerca de Dios que el resto es tan patológico, que hasta en algunas comunidades neo-pentecostales se les ha llegado a llamar «papá o mamá», que los congregantes deben comportarse como hijos, y que de lo contrario, no en todas, serían echados de las comunidades, supuestamente porque no son «de la casa»; algunos llegan a ser considerados los propios «pródigos», pues aunque algunos no se van, son literalmente rechazados como cuando un «padre» rechaza a un «hijo», que puede bien ser algo edípico, pues algunos aunque abusados, maltratados, manipulados, se quedan y siguen, con miedo, con temor al castigo divino por rebelarse a una autoridad impositiva y destructiva, aún persistiendo el abuso. Algunos miembros de estas comunidades hasta buscan ser regañados como si estos líderes fueran tales padres, pues en esa búsqueda del padre ausente aparecen estos queriendo representar esta imagen.

Contrariamente, decía un predicador en estos días que: «ser líder es servir», hoy falta eso entre quienes decimos liderar o pastorear. No puede ser posible que hagamos de nuestras estructuras eclesiásticas monarquías absolutas y jerarquías inalcanzables, pues hasta donde tengo entendido en la historia de la iglesia la «sucesión apostólica» hizo mucho mal a la esencia de la comunitariedad de la iglesia y, aun así fue defendida por algunos padres de la iglesia. Los feligreses tenemos parte de culpa en este error, idealizar a nuestros líderes, pensar que los únicos que pueden estar más cerca a Dios, antes que nosotros, son ellos. Cuando Jesús a todos y todas nos hizo sacerdotes y linaje escogido, es decir, el principio del sacerdocio universal, la piedra de la reforma protestante, ha sido olvidada, algunos evangelicalismos han colocado su mirada en esos líderes, antes que el consumador de la Fe, hemos hecho de nuestros líderes nuestros verdaderos mediadores, antes que Jesús, como nuestro mediador ante el padre.

Nos preguntamos por qué es que los feligreses hacen altares y dioses pequeños en la tierra y algunas veces le llaman pastores, y es posible que haya una respuesta: en los templos ahora se enseña a obedecer al pastor, a no hacerle preguntas incómodas, a no cuestionarlo y a seguir sus reglas, sencillamente porque es el pastor de las ovejas y punto. Hay que obedecer porque los siervos obedecen sin titubear, los siervos callan y solo hacen lo que su señor dice, pero recuerdo que no nos hizo siervos, sino amigos (Juan 15:15), y los amigos dicen lo que piensan, pueden contradecirse y hasta se enojan.

Concluimos, debemos seguir creyendo y predicando el baluarte de la reforma protestante, el valiente lutero protestó contra el poder religioso injusto y abusador, dejándonos el principio del sacerdocio de todos los creyentes, en el que todos/as, sin excepciones, somos reyes el uno del otro, somos pastores y sacerdotes el uno del otro, responsables del otro y rebaño de ovejas de un pastor, el buen pastor: Jesús, pues los demás, asalariados son. Por favor, al leer el texto de hebreos sobre «someterse» al pastor, tengamos la delicadeza de leerlo en contexto, y de releer el término de someterse a los líderes (Hegoumenoi) dentro de ese texto y ese contexto, en esa urgencia escatológica, pero sobre todo, que nos lleve a preguntarnos si realmente este texto nos pedía que obedezcamos ciegamente a quienes serían la autoridad de la comunidad en ese presente, estamos seguros que no, está claro que este pedido del autor de Hebreo recae más sobre la responsabilidad de quienes estaban al frente de estas comunidades, pues la mención de esta palabra es un plural que claramente indica que en la comunidad no hay un gobierno concentrado en una sola persona, sino que ese poder dentro de una sola comunidad se ejerce en un cuerpo de personas que ejercen democráticamente el poder y gobierno en una sola comunidad, cuestión que también nos llevaría a cuestionarnos sobre ¿cuál era entonces la función real de estos que estaban al servicio de la comunidad y que llevaban al autor a pedir cierto reconocimiento a su labores? Entonces nos daremos cuenta que este grupo de personas «Pastores» se debían al servicio de la grey y lideraban a la gente como un deber moral de bienestar ante ellos, que si escarbamos bien, su labor no iba más allá que transmitir la enseñanza de la tradición que contenía las enseñanzas de Jesús dado a los apóstoles y enseñar los ritos propios y característicos de la comunidad cristiana.

Ahora, creemos que va más allá de considerar si es necesario o no tener pastores o líderes, sino la necesidad que existe que en las comunidades haya líderes con labor pastoral, que nos ayuden, que nos acompañen, que nos animen y podamos vivir junto a ellos nuestra espiritualidad, no debajo de ellos, ni por ellos; sin embargo, no confundamos pastoral con co-dependencia, pastorlatría y el control del tiempo o espacio de la vida de las personas, necesitamos pastores que hagan pastoral. Hoy, en pleno siglo XXI está demostrado que sacralizar la​ autoridad de un «pastor» por encima del discernimiento comunitario no hace confiable esa labor pastoral. Democraticemos el poder en la iglesia.

Adolfo Céspedes Maestre
Universidad Reformada
Barranquilla, Colombia

Facebook/ Adolfo Céspedes Maestre Jr.

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