Hoy quiero explicar las grandes experiencias pentecostales a través de una palabra un poco más conocida: La mística y el misticismo. 

Desde hace mucho tiempo he tenido una profunda preocupación y que, fruto de esta preocupación, he intentado estudiar: El Lenguaje Cristiano. Con lenguaje cristiano me refiero al conocimiento y comprensión de las palabras y conceptos cristianos. 

El lenguaje cristiano ha llegado a convenirse en un escollo en nuestro tiempo. Buena parte de su vocabulario se ve seriamente malinterpretado tanto como por los cristianos como por los que no lo son. Pero ese no es mi tema en este artículo. Solo hago mención porque se nos ha hecho difícil explicar muchas cosas de nuestras creencias. 

Cómo pentecostal, tengo la sensación de que nosotros tenemos las cosas aún más difíciles, debido a nuestras experiencias. Junto con el pentecostalismo hay a la par un movimiento similar llamado montanismo, pero abordaremos el pentecostalismo, ya que es en él en donde más se destaca el misticismo.

La investigación histórica-teológica sobre los orígenes del pentecostalismo ha hecho esfuerzos por rastrear precedentes que permitan apreciar mejor la tradición carismática en la historia del cristianismo. Pero como han notado diversos autores y autoras, el registro de la presencia de movimientos carismáticos en la historia de la iglesia ha estado condicionado por la actitud de rechazo y condena por parte de las “historias oficiales”. La afirmación popular de que “la historia la escriben los vencedores” en un hecho incuestionable, y desde Eusebio de Cesarea, en el siglo IV, hasta las grandes obras del siglo XX, podemos percibir que a los movimientos carismáticos sólo se les concede un espacio marginal. Con frecuencia, cuando se le dedica mayor atención, las referencias a ellos son más bien acentuando su carácter de “desviación”, extremismo, ortodoxia u otras características “patológicas”. 

En el pensamiento y práctica pentecostal ha habido influencias teológicas y filosóficas de importancia como son: el platonismo (eternidad o inmortalidad del alma, el dualismo cuerpo/alma), el misticismo (la intimidad personal de la relación de Dios-ser humano-Espíritu de Dios), el pietismo (énfasis en el nuevo nacimiento y ascetismo social), el zwinglismo (la eucaristía como memoria), el anabaptismo (el rebautismo y el impedimento del bautismo de niños), el puritanismo (anti catolicismo romano), el metodismo (la santificación), el dispensacionalismo (pre milenaristas), el fundamentalismo (literalidad de la Biblia), entre los más importantes. Cada uno de ellos ha surgido como movimiento reaccionario a momentos históricos específicos que hoy encuentran un espacio en el quehacer pentecostal. Como ya se ha mencionado, hoy analizaremos sólo uno: el misticismo. 

El misticismo surge como una reacción a una situación sociopolítica y religiosa. La tardía edad media envolvía vidas y espíritus en una atmósfera de caótica inseguridad, de intensos problemas para la existencia exterior e interior. A la época “horrible, la época sin emperador” (1256-1273) como se le suele llamar a un verso de Schiller, y le siguió una etapa de enconadas luchas entre el imperio y el papado, que trajeron consigo el “cautiverio  babilónico” de los papas con su residencia temporal en Aviñon. En la historia de la literatura alemana el capítulo correspondiente a esa época es en la que florece la mística (1300-1325), cuando aparece un libro que se intitula significativamente discordia entre el estado y la iglesia. Ser uno con Dios. Desde este contexto religioso, José Martín Brocos Fernández, señala: “debido en gran parte a la falta de referente intelectual, conciencia del abuso dialéctico entre tomistas y escotistas y seguidores de Ockman, el misticismo empezó a brotar en esta época, muchos renunciaron a toda especulación filosófica ahondando en la búsqueda de vías alternativas de conocimiento: las que se cimentaban en la oración y contemplación de realidades suprasensibles. 

El misticismo es definido como “la experiencia de la unión directa y momentáneamente con Dios, que sólo se consigue por la vía unitiva, mediante un tipo de experiencia denominada visiones o éxtasis místico, de un placer y conocimiento inefable e indescriptible”. A mi entender esta visión es reduccionista ya que se cimienta sólo sobre la experiencia del éxtasis. Desde mi punto de vista el misticismo es mucho más englobante, donde el éxtasis es solo parte de ella. Definiría el misticismo como “la experiencia de búsqueda continua de la presencia viva, real de Dios o divinidad en la vida terrenal e íntima, de tal manera que el centro de su existencia y búsqueda es sólo Dios”. En esta experiencia continua se pueden dar los éxtasis, pero las formas más comunes de sentir la divinidad en la cotidianidad se dan sin llegar al estado extático. Para nuestro estudio valga en estos momentos al místico maestro Eckharm (fundador del misticismo alemán) y sus discípulos Johannes Tauler (1300-1363 d. C.) y Henry Suso (1300-1366 d. C.), conocido como el poeta de los místicos, todos eran de la orden de los dominicos. Pero fue Tauler a través de sus libros el que influyó sobre Felipe Jacobo Spencer (1635-1705), fundador del pietismo alemán. 

Entiendo por éxtasis el estado psicológico de la persona donde el tiempo y el espacio-magnitudes físicas- desaparece, encontrándose en una dimensión inexplicable de gozo y paz únicas con la presencia de Dios o su unión con Dios. Pero en esta experiencia no se pierde la conciencia, pues uno recuerda lo que sucedió. 

Por ejemplo, en los pentecostales en su diario vivir o su cotidianidad, hay momentos sin entrar en éxtasis en los que escuchan la voz de Espíritu Santo que les habla, ya sea para advertirle de una situación de peligro, interceder en oración por una persona conocida o desconocida, entregar un mensaje directo a un receptor, acercarse al alguien tal como sucedió con el encuentro entre Felipe y el etíope (hechos 8:26), etc. 

Una vez nombrado a estos misticos, quiero agregar a dos de los mas grandes y en ellos veremos como aplica se hace valer el concepto del misticismo. Empiezo por nombrar a (para que se vea hacia dónde nos encaminamos) Pablo y Tomás de Aquino. 

El primero, experimentó a Jesús en una visión y transformó su vida. El segundo, lo experimentó ya transformado pero sus ya conocidos éxtasis, desde la voz de Dios a través de un crucifijo y una asombrosa levitación, afirmaron su teología. 

Comencemos con la palabra místico (sustantivo) y sus parientes místico (adjetivo) y misticismo. Por la diversidad y ambigüedad que estos términos poseen en nuestra cultura contemporánea, no me queda más remedio que explicarlos. 

En la lengua común, estas palabras tienen una connotación desdeñosa. Decir que algo «suena a místico» o «suena a misticismo» significa que no debes tomarlo con seriedad. Se trata de algo que es impreciso, confuso, carente de fundamento, de otro mundo e irrelevante. 

En el ámbito académico, (dice M. J. Borg.): “el término no es despectivo, pero si ambiguo. Es decir, algunos especialistas lo usan en sentido restringido y preciso, mientras que otros lo entienden en un sentido más amplio. Quienes lo definen de forma restringida consideran que lo místico es un fenómeno específicamente religioso poco habitual y piensan que en el caso del judaísmo y del cristianismo se trata de un desarrollo posterior a la época bíblica, por lo que no usarían los términos místicos o misticismo para calificar algo que pertenezca al período bíblico”. 

Sin embargo, existe una definición más amplia, de la que soy partidario. Dicho en cinco palabras, que, por supuesto, requieren explicación, misticismo es unión con Dios. 

Un místico es aquel que vive en unión o comunión con Dios. La diferencia entre unión y comunión es relativamente pequeña: la primera implica un sentido de «uni-cidad» con Dios y la segunda un sentido de relación con lo sagrado que es profunda, cercana en íntima, aún cuando se mantiene un sentido de «dupli-cidad». 

La mayoría de los místicos tienen experiencias místicas, que entendemos como éxtasis en los que se produce una sensación muy real de la presencia de Dios o de lo sagrado o de lo real (términos que usamos como sinónimos en este caso). La experiencia de éxtasis, como sugiere la raíz del vocablo griego, no es el Estado habitual de conciencia. Con el éxtasis nos encontramos «fuera de» o «más allá» de la conciencia habitual en un estado en el que se siente abrumadoramente la experiencia de Dios, es decir, que Dios se convierte en una realidad de la experiencia. En este sentido, los místicos conocen a Dios. No simplemente creen en él, sino que dan el paso del creer al conocer. 

Es decir, el misticismo puede definirse como una “experiencia directa de la realidad última”, a través de la cual los creyentes buscan alcanzar un espacio trascendente. De hecho, un gran número de creyentes clasifican diferentes experiencias que consideran sobrenaturales como evidencias místicas y éstas terminan conformando toda la evidencia que los devotos necesitan para justificar sus creencias. Por lo tanto, el misticismo vive en el centro de las experiencias religiosas y, se relaciona enérgicamente con las expresiones de fe. 

A pesar de que el misticismo es un fenómeno único, indefinible, misterioso y complejo que depende de testimonios subjetivos, el misticismo nutre a las religiones y vigoriza los mensajes de éstas. Sin ninguna duda, el judaísmo no sería tan popular sin las visiones de Ezequiel; ni el cristianismo, sin la transfiguración de Jesús. Los movimientos pentecostales afirman que pueden relacionarse con el Espíritu Santo. Las prácticas de santería, como el Yoruba afrocubano y el Vudú haitiano, se valen de posesiones espirituales y estados de trance que aumentan la credibilidad de los oficiantes a los ojos de los creyentes. 

En síntesis, las religiones, sobre todo el pentecostal istmo, en su gran mayoría, comparten aspectos comunes en tanto se alían a la fe y al misticismo para lograr un vínculo de comunicación desde lo terrenal hacia lo divino. En primer lugar, la fe les facilita a los creyentes aceptar la existencia de un plano sobrenatural, ya que la mayoría de los devotos no perciben experiencias místicas individuales. En segundo lugar, el misticismo interactúa con las prácticas religiosas tradicionales, permitiéndoles a los creyentes relacionarse con una verdad superior y una realidad trascendente. Aunque los procesos mencionados anteriormente no se manifiestan necesariamente de una forma predecible, ambos resultan vitales para mantener en pie los principios y las creencias fundamentales de la religión –sea cual fuese su denominación–. 

Otra característica a destacar es que la experiencia de del misticismo no se limita a espacios físicos. Quiero decir que el lugar, momento,contexto, etc. no son importantes para experimentar alguna experiencia mística. Ejemplo de esto es lo que ha sucedido en Santa Juana, más específicamente en el colegio Jahve Nisi. 

En suma, la experiencia de los niños del colegio Jahve Nisi, fue una experiencia mística, tal como intento dar a conocer en el artículo. Quiero decir, según lo escrito, que los niños estuvieron «más allá» de esta realidad en su relación con Dios, si a usted de niño le hubieran preguntado que explicara las sensaciones y experiencias que vivió al probar una fruta, se le hubiera hecho muy difícil explicarlo, porque no tenía las herramientas lingüísticas para explicar lo que experimentó. Por lo tanto, preguntar a estos niños que experimentaron, sería darles una tarea dificilísima, por no decir utópica. 

Las experiencia místicas están más allá del lenguaje que nosotros podemos explicar. Tomás de Aquino, tras haber tenido una fuerte experiencia mística que le acercó a Dios como nunca antes, llegó a decir: “es que, comparado con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito es muy poca cosa”. De ahí que dejara de escribir. Ni el aquinate pudo explicar en palabras la experiencia mística. Solo se puede experimentar.

Iván Aceituno

Santiago, Chile

Lector y Estudiante de Teología. 

Por admin

Un comentario en «El misticismo y el pentecostalismo»
  1. Creo en misticismo bíblico, pero ojo y mucho cuidado ya que estas experiencias que tuvieron los profetas apóstoles y aún muchos de nosotros, han sido iniciativas de Dios. Vaya a ser qué queriendo experiencias con Dios entremos en un espíritu de error es lo que practican casi todas las religiones. El fundamento de nuestra experiencia en el evangelio es la fe en Jesucristo y su palabra esa experiencia es duradera y no efímera el cielo y la tierra pasará palabras permanecerán para siempre Mateo.24: 35.

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